lunes, 12 de enero de 2009

Actitudes del educador en educación moral

  • La actitud del educador es uno de los componentes esenciales del proceso de formación moral.
  • Poco puede hacer una buena selección de contenidos y una adecuada secuenciación si el educador que pretende transmitirlos no lo hace poniendo en tal empeño un conjunto de disposiciones y actitudes personales positivas.
  • Buena parte de la responsabilidad en el éxito o fracaso de un proceso educativo reside en el modo como lo lleve a término el educador.
  • El tacto del educador será sin lugar a dudas una de las condiciones esenciales en la obtención de un buen clima de debate, y al fin en el logro de éxitos educativos.
  • Resulta clave en todo el proceso de formación moral: la neutralidad o beligerancia (Participación en una guerra o conflicto) del educador en los debates que encierran controversia de valor.
  • La actitud del educador. Debe mostrarse comprometido y beligerante (que está en guerra o que está de parte de alguno de los contendientes) a favor de unos determinados valores o, por el contrario, es mejor que permanezca neutral y aséptico respecto a los temas que en su aula se discuten.

NEUTRALIDAD O BELIGERANCIA DEL EDUCADOR

  • La clase de valores que entran en juego en la discusión permitirán discernir la postura que se deba adoptar. El docente debe ser beligerante cuando la discusión encierra valores universales deseables, tales como el respeto, la igualdad, la justicia, el diálogo, la solidaridad, la apertura a los demás o la democracia.
  • La actitud del educador o educadora debería ser igualmente beligerante (en este caso de forma negativa) cuando la discusión se centra en contravalores; es decir, en –valores- que niegan los valores universalmente deseables.
  • El educador debe de mantener una posición neutral cuando aquello que se discute no pone en juego valores que todas las personas podrían desear (justicia, libertad o solidaridad).

EL EDUCADOR COMO FACILITADOR DE DIÁLOGO

  • El diálogo es uno de los elementos más significativos de la educación moral y cívica. Es un procedimiento que debería considerarse como concepto a trabajar en las aulas escolares con el fin de que sea aprendido por los alumnos y alumnas.
  • Los alumnos y las alumnas desarrollarán su capacidad de expresión y de comprensión en la medida en que sientan la necesidad progresiva de escuchar a los demás, de entender lo que otros dicen, de ceder ante un argumento mejor, o de criticar aquello que no comparten. La posibilidad de crecer y evolucionar en estos aspectos viene condicionada por el papel que el docente desempeña en la clase. La actitud que éste adopta en momentos de conversación en grupo así como su predisposición a crear situaciones de diálogo son elementos claves en el aprendizaje que el alumnado hará en relación a su expresión oral y a la comprensión de las opiniones de sus compañeros.
  • Un elemento que puede ayudar a los educandos a practicar el diálogo y la conversación se refiere al tipo de preguntas que realiza el docente. Cuando éste formula con frecuencia interrogantes excesivamente cerrados cuya respuesta consiste en una afirmación o negación, está impidiendo a los alumnos y alumnas plantearse distintas alternativas y soluciones ante un mismo problema. Los maestros y maestras deben realizar preguntas encaminadas a facilitar el pensamiento, la argumentación y la construcción de hipótesis, motivando al alumnado a interesarse por el diálogo como proceso y no únicamente como producto.
  • El educador debería renunciar a ser siempre la persona que toma la iniciativa en una conversación.

ACTITUDES Y CUALIDADES PERSONALES DEL EDUCADOR

  • Un primer elemento a destacar hace referencia a la aceptación cálida y positiva del educador respecto a todo aquello que percibe en el educando. Suelen incluirse aquí dos aspectos: la comprensión empática y el respeto positivo incondicional.
  • Un segundo elemento es la autenticidad o congruencia del educador o educadora. Los alumnos distinguen con cierta facilidad cuándo las expresiones del adulto son sinceras y surgen de forma espontánea, y cuándo son fingidas. Si no fuera así bastaría con crear –buenos actores- para ejercer la función de maestros. Es por ello que desde el punto de vista de la educación moral y cívica cabe defender la figura de un educador con altos niveles de coherencia entre lo que siente y lo que expresa, entre lo que piensa y lo que comunica.
  • El segundo aspecto insiste en la necesidad de reconocer al otro como individuo valioso independiente de su condición, conducta o sentimientos.

BIBLIOGRAFÍA

  • Puig Rovira, Josep Ma. (1995), “Actitudes del educador en educación
    moral”, en La educación moral en la enseñanza obligatoria,
    Barcelona, Institut de Ciéncies de I´ Educació, Universitat de
    Barcelona, Horsori (Cuadernos de educación, 17), pp. 251-262.

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